domingo, 12 de abril de 2015

Hablemos de... España

No soy la persona más patriótica del mundo, ni siquiera patriótica a secas. Pero ¿sabéis? conocer cada vez más hace que continuamente sobrepese y valore más de dónde vengo y lo que tengo. Además, de casualidad, he dado con un artículo –a mi parecer bastante bueno– sobre la baja autoestima que tenemos por lo general en nuestro país y he de decir que... me ha motivado.

España no se quiere. Si yo pregunto por qué, quizás para los que empezáis a leerme sea una respuesta sencilla. “No hay oportunidades para los jóvenes y mucho menos para los adultos que, azotados por la crisis, se han quedado sin trabajo. Los políticos a parte de no hacer nada para solucionarlo, nos roban. Estamos dirigidos por una pandilla de corruptos que ni si quiera son  castigados como deben porque la justicia es mala, lenta y paradójicamente, injusta”. 

Vale, de acuerdo. Podemos aferrarnos a este argumento y pensar que vivimos sumidos en un territorio donde nos come la mierda. Literal. Y le doy permiso a todo aquel que quiera permanecer ahí, en ese estado. En ese pensamiento oscuro, con esa mente hermética y unos párpados arrugados en señal de tener unos ojos bien cerrados.

Me gustaría invitar a otros, a los demás, a los que no están dispuestos a conformarse con el argumento fácil y con la visión pesimista de vivir, a pensar diferente y que no; que no vivimos en un país de mierda y que lo que hay ahí de fronteras para fuera no es mucho mejor.

Podemos empezar si queréis por lo superfluo, por lo que yo llamo la buena vida y luego podemos seguir con las cuestiones ‘más serias’, esas que contribuyen a que seamos un país desarrollado, moderno, cómodo... Esas cuestiones que hacen que desde fuera se nos valore de una forma que ni nosotros mismos vemos.

La buena vida son las cañas. Me refiero a las cañas frías, baratas y si pueden ser, en terraza. No sé por qué razón, la temperatura es algo que no tienen mucho en cuenta... (a ver, no es que te la den como un caldo, pero... será que el vasito congelado o el cañero plata con hielo por fuera –y por el que siempre me he empeñado en pasar el dedo-  en señal de frío, no es cultura tan cervecera sino  superspanish, súper nuestra). Fumarte un cigarro en la terraza de un bar –¡¡terraza!!– con el solecito pegándote en la cara en plena primavera, con los chorritos de agua o ventiladores que te ayudan a pasar ‘la caló’ del verano, o con las estufas en pleno invierno. No, no somos el único país que tiene terrazas pero creo que las vivimos de forma diferente... 

Hablemos de las tapas, -ui las tapas...- cómo se echan de menos unas aceitunitas, unas papas con alioli, una ensaladilla y hasta los picos de pan que acompañan lo-que-quiera-que-te-hayan-puesto. Aunque no te guste, acabas tirando de ellos... Lo bien que saben las tapas cuando es cortesía de la casa. Ojo que esto no ocurre en toda España... pues en muchas otras ciudades si quieres tapa, la pagas. Pero en mi tierra no. Por un euro y poco tienes derecho a tu cañita fría con un platito de ‘algo’ que te ayude a saborear mejor el momento.

Sigamos por la siesta... Nos llamarán vagos, perros y todo lo que ellos quieran. Yo personalmente no soy muy de siestas, pero hay días en los que se agradece. Esa media horita en el sofá, arropada con la falda de camilla y su correspondiente brasero si toca; o con el aire acondicionado del verano. 

Qué decir del tiempo, que lo tenemos todo: cuatro estaciones. Por lo general un tiempo muy agradecido, ni los -30º de Noruega ni los más de 50º que se llegan a alcanzar en ciudades como Las Vegas, Bangkok o Hong Kong entre otras… De todas formas, si estás en pleno verano y Sevilla siempre y cuando no puedas huir, hazte de un buen abanico, en la calle será el mejor aliado.

¿Y qué hay del cambio de hora? Eso de adelantar o atrasar un horita... eso de adaptarnos al sol y eso de ganar horas de luz natural. Ha sido tema de debate y yo quiero deciros una cosa a los partidarios de paralizar los relojes para siempre: dejaros de europeizaros tanto y dejad que los días sigan siendo más largos en verano. Que con eso de que anochezca a partir de las nueve de la noche, además de ahorrar luz, nos sirve para aprovechar mucho más el día, y total ¿para qué queremos que amanezca a las 5 y media de la mañana si para lo único que un español se despierta a esas horas es para ir ir al baño? Además, mejor volver de fiesta y que siga siendo de noche, o bueno, al menos amaneciendo (que por cierto eso de cerrar las discotecas a las 6 o 7 de la mañana también es bastante nuestro…) Ganamos en horas de sol y en planes. Os lo digo yo. Entiendo el horario general que puedan tener otros países porque sí que madrugan más, comienzan sus jornadas antes y luego las tardes-noches, no las aprovechan como lo hacemos nosotros. Primero porque es de noche, seguidamente y seguramente por el clima y después –y esto es una suposición–, por el cansancio. Cenan con horario de gallina y a dormir. Con lo que nos gusta a nosotros volvernos al sofá después de cenar y ver cualquier programa de la televisión ya sea telebasura o no.

Y ahora sí, vamos a ver las cuestiones más serias. Me he apoyado en el artículo de Bieito Rubito. De todas formas os lo dejo al final de la entrada para que le echéis un vistazo. A ver si acaso consigo que por un momento os olvidéis de todo lo malomalísimo y digáis: “Pues si que es verdad coño, tampoco es que seamos lo peor”.

Seguridad. España es seguro. Esto es una garantía de vida que algunos no os llegáis a imaginar… Salir andando con el móvil por la calle tranquilamente o incluso, con el ordenador bajo el brazo si nos da la gana. (Ojo, que como en cualquier otro sitio puedes cruzarte con un ladroncillo que te lo quite, pero por lo generalísimo, no suele ocurrir. Tampoco creo que sea necesario decir que no vayas a ir caminando así por las tres mil viviendas de Sevilla o cualquier otro barrio chungo que, usualmente, están bien delimitados, sabemos cuáles son y no solemos ir). Seguridad también es coger un taxi en plena calle a cualquier hora del día o de la noche sin necesidad de pedirlo por una App específica como ocurre aquí en Colombia –sí una aplicación de móvil. 
Nuestro país no llega al centenar de asesinatos que se producen al año, y esto lo sitúa en el quinto país más seguro del mundo –según Bieito, y que por cierto, no lo he podido comprobar en ninguna de las primeras 5 búsquedas remotas que aparecen en google por lo que a lo mejor falta un poco a la verdad –pero bueno, la seguridad es un aspecto que sobre todo se siente y no hay sensación ninguna de peligrosidad. O yo por lo menos, nunca la he sentido.

Esperanza de vida. Tenemos una población longeva, pasamos una buena vidorra y de mejor calidad. Y la mortalidad infantil es la tercera más baja de todo el concierto internacional –también según Bieito.
Buena asistencia sanitaria gratuita y universal –bueno sí, va incluida en los impuestos que pagamos... Pero no sabéis como jode ir a cualquier hospital y que por –por ejemplo –una fisura en un codo tengas que pagar 60 tronchos. Encima de estar lisiada… Esto lo constata otro ranking que concluye con que España es la octava nación que más porcentaje del PIB destina al Estado de bienestar. 

Vías y carreteras. Somos el segundo país con mayor implantación de vías de alta velocidad. Tenemos trenes y ave. Pero igualmente el viaje en coche puede resultar agradable gracias a nuestra red de autovías y carreteras. Os doy un dato personal, aquí en Colombia 70 kilómetros tardas en hacerlo dos horas (y sin contar con atascos), o la distancia entre las dos ciudades más grandes como son Bogotá y Medellín, 420 kilómetros es igual 9 horas. Y de nuevo, sin contar con atascos. Qué os parece…

Por seguir ejemplificando decir que, de los países europeos y junto con Luxemburgo, somos los que menos dinero gastamos en Defensa. Por otra parte, somos el país que lidera en estadísticas a nivel mundial los transplantes de órganos; en educación también vamos primeros pero en fracaso escolar. Esto es un punto importante que se debe combatir cuanto antes. El mal mayor de muchos países del mundo es la educación, también llamados tercermundistas. Con la educación se crea la conciencia del país, de lo que es y de lo que será. Aquí también me gustaría poner un ejemplo personal y lo siento por los que no estén de acuerdo. Creo que –a parte de las trabas que tenga el sistema educativo –nosotros mismos constituimos un impedimento, siendo incluso el propio problema. En la universidad de aquí, me he dado cuenta del gran interés y esfuerzo que ponen todos a lo que hacen. La participación, la escucha, la entrega voluntaria volcados por saber, conocer, aprender y aprehender. Sin embargo, en mi universidad de España, me atrevo a decir que cerca del 70% de los compañeros que van a clase van sin ningún tipo de interés a excepción de no perder la escolaridad porque pasan lista día a día. En las que no toman nota de asistencia, se aprecia perfectamente. Ojo que yo también lo hacía en el primer curso. Aprender tiene que ser nuestra prioridad. Pero parece ser que nuestra preferencia en muchas ocasiones es ser vagos. Para qué esforzarnos si casi toda solución aparece en Google. Dos, tres o cinco días de estudios para el examen final y adiós. Ciao al examen y a lo que ‘hemos aprendido’, ¿no? Pues no, amigos, no.

Además de todo esto nuestra lengua es de uso universal. El español es uno de los idiomas más hablados a nivel mundial y estar unidos por la palabra multiplica las oportunidades.

Pero estos ejemplos no parecen ser suficientes para mantener un espíritu –aunque si no queréis orgulloso, sí algo más positivo- del país en el que vivimos. Arrastramos resquicios de la historia y no valoramos todo lo que se ha conseguido hacer y progresar en tan poco tiempo. Porque claro, siempre es más fácil quejarse y criticar. No ha pasado ni medio siglo desde que pasamos de la dictadura ancestrada a ideas ya antiguas y clásicas con límites a nuestros derechos fundamentales, a una democracia parlamentaria con una Constitución como madre Ley que se encarga de preservar ante todo el orden y las libertades que, en algún momento, perdimos por el camino.  Una Madre de 37 años que proclama un Estado social y democrático de derecho; y que propugna como valores superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo político y todo esto apoyado sobre la soberanía popular. Vale que en justicia andamos algo flojos…

Aunque pueda parecerlo por estar el la época en la que estamos, el siglo XXI no es sinónimo de igualdad, estabilidad, paz, democracia, y derechos fundamentales para el resto de países del mundo. Y si no que se lo digan a Venezuela. Por por poner un simplísimo ejemplo, vaya.

Como bien dice Bieito, la historia no merece ser enturbiada ni manipulada por frustraciones personales. No debemos reducir la visión global al territorio de lo individual. La autoestima es el resultado de la forma en que interpretamos nuestra historia y proyectamos nuestro futuro. Y es por eso, jóvenes, que tenemos que querernos más, por muy difícil que nos lo pongan. Que no podemos quedarnos con lo que tenemos sino aferrarnos a lo que hemos sido. Si que es cierto que –por poco tiempo- han corrido tiempos mejores pero estamos pagando las consecuencias de vivir por encima de nuestras posibilidades. Y como de cualquier otra mala situación se sale, pero sobre todo se aprende. El ejemplo más vivo es nuestra Carta Magna aún vigente frente a los cinco años que duró la última Constitución, la del 31. Se cometieron errores que en tiempo futuro se han corregido y funciona.

El futuro somos nosotros. Toca quererse bien. Toca quererse más y olvidar las vinculaciones que se le hacen a la historia. Quererse dentro de un país no debe entender de ideologías. Y quererse como españoles no es apoyar a nueve hombres que corren detrás de un balón y persiguen la victoria. Es valorar y apreciar lo que han hecho por nosotros y lo que haremos nosotros por él.

No siempre lo peor es cierto. Digamos que... toca hablar sólo un poquito mejor de España.





No hay comentarios:

Publicar un comentario